Compañera de batalla que sin conocerte me has conquistado. No me preguntes porqué, pero siento una extraña y real empatía contigo.
Dios te ampare, te cuide y te ayude en este camino. Camino en el que sin saberlo, sin querelo, hemos tropezado. Camino en el que no estás sola y que, por oscuro que te parezca, seguro que te lleva a alguna parte.
Hoy me he enterado de tu amarga noticia y, así como celebré por todo lo alto la mía, hoy me entristece saber qué fue de ti. No te conozco, compañera, sólo se de ti que eras la mujer que estaba dentro, la que me precedía aquel temido día y la que ahora llora su sino. Se de ti lo nervioso que estaba tu marido mientras esperaba en aquella sala y los planes que hacía con aquel chico, vuestro hijo, para estas vacaciones (y el respeto que me mostraron y lo que se comedían al hablar cuando se enteraron de que yo "iba a lo mismo"). Se de ti que tienes una buena compañera y mejor amiga, que es la que hoy ha preguntado por mi y la que me ha contado tu triste noticia. Tienes una gran amiga.
Podría ser yo la que está hoy en tu situación y se me ponen los pelos de punta. Después te he visto a lo lejos y te he deseado suerte. La misma que me desearía a mi. Ojalá Dios te ayude y te de ánimos para afrontar tu nueva batalla. La misma que yo gané el día que tú empezaste a pelear.
Un consejo: ante cualquier duda, acudid a vuestro médico. Ahora, yo, debo de hacer mamografías periódicas a mis pechos de titanio (pero seguro que es para ver si lo vendo en el mercado negro... jajajaja).